Un hecho que puede parecer insignificante, aunque no lo es, pone de manifiesto la actitud irresponsable de quienes circulan por la ciudad sin respetar a quienes también andan por las calles expuestos a ser víctimas y pagan muy caro, en este caso con la vida.
Unos chicos jugaban en la Plaza San Martín y con ellos su mascota, una perrita que “siendo de la calle” había encontrado una familia que velaba por ella, le proporcionaba comida, una casa y atendía las necesidades para que fuera un animal sano.
A cambio la mascota cumplía la función de un animal apegado a los niños de la casa a quienes acompañaba a todos lados, inclusive a la escuela y los esperaba desde el momento de la entrada hasta la hora de salida.
Un motociclista que circulaba por el centro de la ciudad atropelló a la perrita, luego de caer se levantó subió a su moto y se alejó dejando al animal herido y abandonado.
Quienes acudieron a socorrerla poco pudieron hacer, el animal murió.
Sin entrar a analizar lo sucedido nos surgen preguntas: ¿Cuánto vale la vida de una mascota? Para quienes respetan a cualquier ser vivo, mucho. Para el motociclista muy poco.
Nadie controla estos hechos y por eso somos testigos de cómo circulan algunos vehículos.
Se perdió una mascota, se perdió una vida y lo peor un irresponsable anda matando perros con su moto y los que tienen que controlar lo dejan que circule libremente.