La experiencia olímpica del profesor Arbio

Regionales23/07/2024

El profesor Cesar Arbio, vinculado a General La Madrid por lazos de familia, en 1972 vivió una experiencia única, cuando fue seleccionado para viajar a Múnich en oportunidad de los Juegos Olímpicos de Alemania.

Todo lo vivido lo contó en estos días al medio olavarriense “Verte en vivo” y ahora lo reproducimos:

CÉSAR ARBÍO: “FUE UNA EXPERIENCIA TREMENDA”

imagen profesor Cesar Arbio

A días del inicio de los Juegos Olímpicos de París 2024, el olavarriense recuerda lo que le tocó vivir en Múnich 1972, el evento deportivo que pasó a la historia como la “Masacre de Múnich”

Los Juegos Olímpicos de Múnich 1972 serán recordados para siempre por los acontecimientos que se fueron dando tanto dentro como fuera de las pistas, los estadios y los gimnasios.

 En principio Alemania volvía a ser anfitriona de la máxima gala del deporte olímpico luego de la puesta en escena de la parafernalia propagandística de Adolfo Hitler y el nazismo en Berlín 1936.

 Múnich ‘72 sucedió en los años calientes de la “Guerra Fría” entre Estados Unidos y la Unión Soviética, que tuvo en el plano deportivo su máxima expresión con la polémica definición por la medalla dorada a favor de los del este de la “Cortina de hierro”, en lo que constituyó la primera derrota de un equipo estadounidense de básquetbol en esta cita.

También fue testigo de la fabulosa colección del nadador norteamericano Mark Spitz, quien se colgó 7 medallas doradas en natación (100 y 200 metros libres, 100 y 200 metros mariposa, posta 4x100 y 4x200 metros libre y en la posta 4x100 metros estilos).

Una marca nunca antes alcanzada en Juegos Olímpicos, recién superada por Michael Phelps (el mejor atleta olímpico de todos los tiempos) con 28 preseas en total, 23 doradas y 8 de ellas en Beijing 2008.

El 5 de septiembre de aquel año 1972 también quedó en la historia por el ataque en la Villa Olímpica del comando “Septiembre Negro” (una facción de la Organización para la Liberación de Palestina) contra la delegación de Israel, en demanda de la liberación de 234 prisioneros alojados en cárceles israelíes.

 Aquel episodio pasó a la historia como la “Masacre de Múnich”, dejó como saldo de 11 atletas muertos y cruentas represalias del Estado de Israel en territorio palestino.

 César Arbío fue testigo de aquellos Juegos desde el primer día, el 26 de agosto de 1972, hasta el último el 11 de septiembre, en una apasionante travesía iniciada mucho antes en Olavarría, luego de una charla con el recordado profesor Edberto Herrera en las aulas del Instituto de Educación Física.

 Era estudiante del segundo año de la recientemente creada carrera de profesorado de educación física. “Un día vino el profesor Herrera, que era el vicedirector del Instituto, y me preguntó si me interesaba ir a Alemania. Me sorprendió tanto que le pregunté a mi mamá si me autorizaba a ir” reveló César.

 No se trataba de un cheque en blanco, sino que constituyó un periplo tan apasionante como ese mes en Baviera.

 “No es que me dijeron ‘vas’, sino que fue un concurso que se inició a nivel local. Nos presentamos seis o siete, y las condiciones eran saber un idioma, tocar un instrumento y una prueba de cultura general” comentó.

 César ganó esa primera eliminatoria por delante de otro ilustre del deporte y la docencia, el “Pirata” Vigo y así accedió a una instancia provincial que tuvo lugar en aquellas instalaciones del Instituto en el Cerro Fortabat.

“Vino gente de toda la Provincia. Clasificábamos diez y yo salí segundo con otro tipo de jurado. Nos tomaron un examen escrito de cultura general y nos dieron un texto en inglés. En la parte folclórica había un jurado, que componían entre otros el periodista de El Popular Rubén Gorosito y una profesora de danzas del Teatro Colón” relató César.

 Los diez representantes de la provincia de Buenos Aires (6 varones y 4 mujeres) pasaron a una instancia nacional con delegaciones de igual número de todas las provincias argentinas en la búsqueda de los 14 jóvenes en la cita cultural de los Juegos Olímpicos de Múnich.

 

La sede fue Embalse Río Tercero, con una mecánica similar y jurados de la dimensión de León Benarós, célebre poeta, historiador, abogado, folklorista, crítico de arte y pintor, integrante de la llamada Generación del ’40.

 “Como era condición practicar un deporte me tomaron un examen de fútbol. De los 240 participantes quedamos entre 18 y 20. Me acuerdo que volví a mi casa para buscar ropa y durante un mes hicimos viajes por varias provincias para poder transmitir luego en Alemania cosas de país” rescató César de su memoria.

Recorrieron el Teatro Colón de punta a punta; fueron recibidos por el presidente de entonces Alejandro Agustín Lanusse; escucharon al “Polaco” Goyeneche en el “Viejo Almacén”, participaron de distintos eventos culturales y populares.

 “Estuvimos casi 30 días dando vueltas arriba de un micro y el que manejaba todo era el profesor Norberto Zen, que había sido una importante autoridad del deporte durante el peronismo (NdR: director de Deportes de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires entre 1950 y 55). Un tipo excepcional” subrayó.

 “A cada lugar que íbamos nos hacía actuar. Todos teníamos un poncho, el mío era verde y negro me acuerdo y hasta hoy nos seguimos viendo. Nos juntamos todos los años en Cosquín durante Semana Santa y mantenemos esa amistad que nació hace más de 50 años” valoró César.

 La última escala del grupo antes de tomar el vuelo hacia Alemania fue a Bariloche y al grupo de jóvenes aspirantes a llegar a Múnich le tocó actuar en la coronación de la reina en la Fiesta Nacional del Chocolate.

 “Como todos tocábamos la guitarra, cantábamos y bailábamos el profe nos decía ‘para hoy preparen una chacarera’. Aquella misma noche, después de la actuación, dieron los nombres de los elegidos para viajar a los Juegos Olímpicos” relató.

 Cuando leyeron la lista por orden alfabético el primer apellido no empezaba con la letra A. “Llegó por telegrama y yo no estaba en la lista. Me acuerdo de que estaba en un rincón, cerré los ojos y me daba por hecho. Hacía dos meses que estaba dando vueltas y paseando. Todo gratis, por supuesto” confesó.

 “Cuando empezaron por la letra ‘B’ pensé ‘listo, ya está’. Y no, faltaba documentación y como a las 6 horas el profe me llamó para confirmarme que estaba en la lista de los que viajaban” agregó.

 Transcurrían por entonces los primeros días de agosto de 1972. César tuvo unas horas como para volver a Olavarría, reacomodar la valija, saludar a los suyos, asistir a una despedida del Instituto de Educación Física y salir rumbo a Alemania.

 Los ocho pibes y las seis pibas volaron en un avión Hércules de la Fuerza Aérea Argentina junto con parte de la delegación de atletas que iban a competir en los Juegos, entre ellos el remero Alberto Demidi, candidato al oro que terminaría colgando de su cuello una medalla de plata.

 En Alemania la delegación argentina se instaló en un campamento vecino a la Villa Olímpica con jóvenes de todos los rincones del planeta.

 “Hacíamos actividades culturales y deportivas, y cuando empezó la actividad en los Juegos Olímpicos todos los días teníamos entradas para ver distintas disciplinas. Si no nos gustaban las que nos habían tocado las podíamos cambiar con alguno” reportó el profesor Arbío.

 “Una experiencia tremenda. Otra cultura. Viví un mes con los ojos desorbitados” dijo 52 años más tarde, aún con voz de asombro y sumó: “Teníamos paseos programados a castillos, puntos turísticos e históricos, a la casa de Hitler. Conocí ahí la TV color, que acá aún no estaba. Me enamoré del orden y de la limpieza del país. Había espejos en las curvas de las rutas, ya estaban las máquinas en el transporte público, pero a nadie se le ocurría viajar sin pagar”.

 De los 14 jóvenes que compusieron aquella delegación argentina, sólo dos transitaban la carrera de educación física. “Hoy algunos son médicos, otros músicos profesionales que han trascendido a nivel internacional” mencionó.

 César destacó la empatía de esos días: “El mismo carácter de nosotros los argentinos nos llevó a relacionarnos rápidamente con las delegaciones de todo el mundo”.

 “Todas las noches nos invitaban distintos bungalows, donde se armaban bailongos y cantos y nosotros tocábamos la guitarra y cantábamos. No entendían nada, pero nuestra música les gustaba” acotó.

 Esas actuaciones le dieron un cierto prestigio a los chicos argentinos, que fueron seleccionados para cantar en la ceremonia inaugural de aquel ámbito deportivo y cultural que compartían con estudiantes de todo el globo.

 “Un estadio como el Maxigimnasio de Estudiantes repleto, con pantallas gigantes como la que se van ahora. Seleccionamos una chacarera que canté con un jujeño, que se llama Jorge Verón y ahora es médico, mientras los otros integrantes de la delegación bailaban” describió Arbío.

 “Era el momento de la rivalidad de las dos Alemania, la Occidental y la Oriental. Me llamó la atención la frialdad que existía entre ellos. Uno veía a los chicos de la Alemania del Este y tenía la impresión de que estaban siendo vigilados todo el tiempo”, planteó.

Con la “orden de la largada” para la actividad deportiva, César tuvo el privilegio de ser testigo de uno de los momentos cumbres del olimpismo: “Vi natación, en la famosa época de Mark Spitz. Sucedió lo de Cuello, aquel boxeador argentino que llegó tarde a una pelea por la medalla de bronce contra el yugoslavo Mate Pavlov. Lamentablemente en nuestra delegación no teníamos representantes que sobresalieran. Nada que ver con lo que sucedió varios años después”.

 “Fui a ver mucho atletismo. Me levantaba temprano e iba a presenciar los entrenamientos en la pista porque me gustaba y porque quería ver cosas distintas, los que hacían en otras partes del mundo” ponderó.

 Como espectador de un partido de básquetbol César departió con los doctores Carlos Salvador Bilardo y Raúl Madero, que habían viajado a Alemania para asistir a un congreso de medicina deportiva, mientras que el encuentro con el periodista de Canal 7 Oscar Gañete Blasco en un encuentro de vóleibol le permitió salir con su voz a través del micrófono de Radio del Pueblo.

 “Todos los días a la mañana teníamos actividad. A veces era grupal y a veces individual. A mí un día me tocó por sorteo volar en un planeador. Fue el peor día de mi vida. Nunca tuve tanto miedo. Fue todo el tiempo la sensación de estar volando sobre un papel” narró, hoy en tono humorístico. Hace medio siglo no tanto…

El deporte no sólo tuvo como espectador a César Arbío, sino como protagonista: “Hicimos un equipo de fútbol con algunos mexicanos y terminamos ganando el campeonato”.
Todo era fiesta en aquel Múnich de 1972, hasta el golpe comando del 5 de septiembre de 1972 que sorprendió a la delegación argentina en una excursión de 4 días (pautada antes de salir de Buenos Aires) por Verona, Florencia y Venecia.

 Al regresar, aunque se trataba del mismo evento que habían dejado para viajar a Italia, ya no eran los mismos Juegos.

 “Cuando estábamos en el último día, en Florencia, nos enteramos de todo lo sucedido en Múnich. Cuando regresamos el clima había cambiado totalmente” sostuvo.
Al dejar Alemania la seguridad de los Juegos estaba a cargo de policías municipales; a la vuelta la Villa Olímpica y sus alrededores eran una zona militarizada.

 “Pasamos a ver uniformados que nos hacían acordar a los militares nazis de la Segunda Guerra Mundial de las películas. Ahí se murieron los Juegos Olímpicos y la ceremonia de cierre quedó opacada naturalmente por todo lo que había pasado. Fue un mazazo tremendo -reflexionó-, aunque de muchas de las cosas que habían pasado nos fuimos enterando después de volver al país”.

 “Los días finales fueron muy tristes, muy duros, con esa sensación de haber estado muy cerca de una tragedia” indicó.

 Muchas imágenes de los Juegos Olímpicos de Múnich ‘72 habían quedado registradas en una filmadora comprada por César antes de salir desde Ezeiza.
Estaban guardadas en la casa de un tío cuando se las llevó el agua de la inundación del ’80.“No me quedó un registro fílmico de los Juegos” lamentó.

 De nuevo en casa, César se convirtió casi en una celebridad para la Ciudad. Con notas en los medios de aquel entonces y conferencias en distintos estrados: “En Olavarría me la pasaba dando charlas. Zafaba del estudio (risas). En segundo año me dieron muchas facilidades para cursar las materias; los parciales me los fueron tomando cuando se podía”.

 Aquella experiencia no se diluyó durante los 30 días en Alemania. “Lo más rescatable de todo es que seguimos en contacto. Se hizo una agrupación que se llama ‘Ponchos Argentinos’, donábamos banderas a las escuelas y nos empezamos a juntar en Cosquín, con recuerdos afloran en todo momento” cerró César.

Nota: https://www.verte.tv/news/38308?shw
 

 

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